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viernes, 10 de noviembre de 2017

CONVENTOS VACÍOS

Como un lento e imparable goteo asistimos al cierre y abandono progresivo de grandes edificios del casco histórico de Plasencia. Grandes contenedores que en su mayor parte están relacionados con usos religiosos que agonizan: comunidades religiosas de clausura, seminario... Hoy quiero ocuparme especialmente de los conventos femeninos de clausura. De cuatro que había dentro de murallas, en pocos años, han cerrado tres. Conserva su actividad solamente el monasterio de las RR. MM. Dominicas, junto a la Catedral.

Este cierre progresivo, que no deja de ser un manifiesto rasgo de modernización de la vida de las mujeres del siglo XXI, constituye sin embargo un serio problema para superveniencia de la arquitectura histórica que acogió estos usos, así como para el urbanismo y la caracterización del paisaje urbano de la ciudad intramuros. La Plasencia histórica no sería la misma si desaparecieran estas herméticas moles de piedra, por el fuerte impacto que su presencia plasma en el paisaje.

Con el progresivo cierre de conventos y monasterios asistimos la desaparición inexorable de un modo de vida, que probablemente es inevitable. Pero lo que verdaderamente me preocupa, y muchísimo, es la absoluta inexistencia de alternativas de uso de estos enormes y singulares edificios históricos. Cómo se piensa garantizar su mantenimiento y conservación. Es un asunto del que no se  habla en ningún foro ciudadano. Quizá haya otros problemas que preocupen más al común de los vecinos. 


Pero no es este el único interrogante que planea sobre estos edificios. También me pregunto si estará convenientemente catalogado el desconocido conjunto de bienes artísticos y patrimoniales que pudieran atesorar en sus interiores, cerrados a cal y canto, dada su naturaleza y uso. Quedan estos bienes ligados al edificio o son propiedad de la comunidad religiosa que lo habitó? Si los bienes artísticos forman parte del edificio, deben integrarse en el Patrimonio de Plasencia. Pero si fuese al contrario, entiendo que al extinguirse la comunidad en Plasencia o trasladarse a otro lugar, se llevarían consigo sus obras de arte y/o de devoción. 

Y continúo preguntándome: a quién pertenece la propiedad del edificio? (si es que está escriturado) y, por tanto, a quién corresponde la responsabilidad de garantizar su conservación? Salvo en el caso del ex convento de las madres Carmelitas, desconocemos la titularidad de los de San Ildefonso y de Santa Ana de Cano o Capuchinas.

Habrá que responder en primer lugar a estos interrogantes para poder dar los pasos siguientes y comenzar a pensar en posibles usos alternativos que puedan ser acogidos por tan complejos edificios, asegurando su conservación para las generaciones futuras. 


miércoles, 1 de noviembre de 2017

EL JARDÍN DEL RECUERDO Y DEL OLVIDO

Ayer, vísperas del Día de Todos los Santos, visité el cementerio de Santa Teresa en Plasencia. Además del jardín mejor cuidado de la ciudad, es un lugar silencioso y sosegado donde me gusta pasear (a veces en bici) y hacer un repaso a la memoria de no pocos personajes ilustres de esta ciudad. 

Pero, dadas las fechas, ayer parecía un lugar totalmente diferente al de costumbre. Sus patios y galerías estaban llenos de personas que transitaban portando grandes ramos de flores o que se afanaban en tareas de limpieza y ornamentación floral. El conjunto lucía como un multicolor jardín vertical, homenaje efímero para aquellos que ya no están entre nosotros.

Entre tanto bullicio y colorido floral, destacaba ayer con mayor fuerza el clamoroso silencio de las tumbas del olvido. Son casi mayoría en la parte vieja; la que más me gusta. Esta parte es la que acoge, de forma mayoritaria, a los más ilustres personajes de la Historia Contemporánea de Plasencia; mis favoritos. Son las tumbas que muestran el Arte Funerario de otros tiempos, las lápidas sucias y llenas de telarañas porque ya nadie las cuida ni las limpia. Lápidas de cristales rotos y sucios hasta hacer ilegibles los epitafios que ocultan. Lápidas tristes y sin flores.

En ellas me detuve especialmente en mi recorrido de ayer. Tantos y tantos personajes que en su día fueron importantes (algunos con calle dedicada), que hoy son ignorados por el común de los vecinos y cuyas honras funerarias son las rosas ajadas del Jardín del Olvido. La otra cara del cementerio, la del silencio y la suciedad, la de los muertos que ya no importan o no parecen importar a nadie. 





D. José García Mora, el famoso Cura Mora, que el solito montó un cisma en un pueblo de La Vera.








D. Juan Martínez Lorenzo, profesor de Bachillerato. Dirigió el Centro de Enseñanza Secundaria de San Francisco. Director de periódicos. Publicista.





D. Joaquín Rosado Munilla, farmacéutico con establecimiento en la Plaza Mayor de Plasencia, fundador de periódicos, publicista. Hombre de gran cultura.








Sirvan mis palabras y las imágenes que las acompañan de recuerdo y homenaje a estos placentinos ilustres que reposan en el Jardín del Olvido.