Ahora, por motivos laborales, vivo más que nunca al cabo de la calle. Esta presencia cotidiana, pateando las calles y plazas más monumentales para guiar a turistas y visitantes, me proporciona nuevas perspectivas de observación de la ciudad: la que me ofrecen los forasteros con sus opiniones y la que me proporcionan los pormenores del desarrollo de mi trabajo.
Compruebo cómo los visitantes llegan a Plasencia con una escasísima (o nula) información previa de cómo es la ciudad y de su interés como foco turístico-cultural. Vengo constatando que, en un elevado número, son viajeros que van de paso y deciden parar por la necesidad de hacer un descanso (comer o dormir) o por mera curiosidad, para indagar qué es lo que puede ofrecer esta ciudad al visitante.
Que esto continúe ocurriendo, tras años y años haciendo promoción en ferias de turismo, es algo incomprensible. Sin duda, algo estamos haciendo mal; pero que muy mal. No es admisible que se desconozca que Plasencia tiene la más importante catedral de toda Extremadura; que es uno de los principales conjuntos monumentales de la región o que constituye uno de sus principales destinos turísticos. No es admisible, pero casi a diario compruebo que esto sigue ocurriendo.
El visitante, cuando llega a Plasencia, se enfrenta al descubrimiento de una ciudad desconocida. Una ciudad que, por suerte, les va a sorprender muy gratamente. No obstante, hay que valorar que el visitante parte de una expectativa igual a cero; no espera nada especial. En consecuencia, todo lo que contempla y visita le provoca una muy buena experiencia; lo recomendará a sus amigos y, muy probablemente, volverá a visitarnos.
Los visitantes que descubren Plasencia, valoran su rico patrimonio histórico-artístico y el interés de las visitas guiadas, elogian la limpieza de sus calles y plazas, destacan la animación de la Plaza Mayor y su ambiente acogedor, les agradan los comercios tradicionales, y muestran su preocupación ante los edificios sin uso (tantos conventos cerrados) o en venta (varios palacios y casas señoriales).
La impresión general es muy positiva pero, por qué no somos capaces de transmitir todos estos valores y atractivos, con carácter previo, para atraer más visitantes que los puramente accidentales.