Archivo del blog

lunes, 3 de junio de 2019

EL ENIGMA DE LA ROTONDA


El conductor experto y buen conocedor de los caminos, al llegar a una rotonda, gira sólo lo necesario hasta encontrar la salida adecuada, punto de inicio del viaje que le llevará al destino previamente seleccionado. Sólo el conductor torpe y despistado se verá obligado a girar una y otra vez en la rotonda, perdido y desorientado, sin saber qué salida tomar porque desconoce los caminos, además de que no sabe bien a dónde quiere dirigirse, ni cuál es el objetivo final de su errático viaje.

Durante los últimos ocho años, la política sin rumbo del gobierno municipal ha convertido a Plasencia en una Ciudad-Rotonda. Así, Plasencia lleva años girando sobre sí misma como en una rotonda sin principio ni fin, donde no se vislumbra la salida.

Quizás sea sintomática la proliferación de este elemento urbano, canalizador de los flujos circulatorios, que ha protagonizado las inversiones más destacadas y cacareadas de los últimos tiempos en Plasencia. Manifestación palmaria de un estado de cosas, muy particular de esta vetusta y orgullosa ciudad. 

Plasencia está inmersa en un terrible viaje a ninguna parte, que sólo puede conducirnos al hastío colectivo, al desgaste de las escasas energías juveniles que le restan, al desespero del empresariado, a la pérdida constante de habitantes y al estrangulamiento de la frágil economía local.

Parece que sólo unos pocos vemos cómo la ciudad agoniza, mientras otros seguirán construyendo rotondas y más rotondas, bellas rotondas ajardinadas, emblemáticas y tributarias de homenajes varios, donde el pueblo pueda seguir girando alegre y despreocupado como si de un carrusel de feria se tratase, girando sin fin, narcotizados, para mantener la falsa sensación de movernos hacia alguna parte, de viajar hacia un lugar llamado futuro.

jueves, 29 de noviembre de 2018

CEMENTERIO JUDÍO DE PLASENCIA

Recientemente he visitado el Cementerio Judío de Plasencia, prudentemente acompañada; es un lugar peligroso o, al menos, inseguro. Tenía que valorar si era factible incluirlo en un tour o recorrido nuevo que estoy trazando para ofertar a quienes visitan la ciudad, interesados por el legado cultural sefardí. 

Tras comprobar el lamentable estado de las sepulturas y las pésimas condiciones de seguridad que ofrece el lugar donde se asienta, así como sus accesos, me he visto en la triste necesidad tener que descartar su visita.

Contemplar cómo las tumbas se van degradando progresivamente, cómo se van desmoronando sus bordes, cómo las invade la vegetación... Dan ganas de llorar. 

El camino de acceso está lleno de piedras sueltas y los baches han sido rellenados con escombros. Caminar por él no es apto para los delicados tobillos de gentes de ciudad, acostumbrados sólo a pisar asfalto y suelos pavimentados; es fácil accidentarse por estos andurriales.

Los senderos, que permiten acercarse e ir descubriendo las sucesivas sepulturas vacías, están llenos de basura: cristales rotos, latas de refrescos y cerveza, trozos de envases de plástico, botellas, etc. Lo propio para resbalar y caer encima de cristales o de toda esa basura. Conclusión: desaconsejamos visitar el Cementerio Judío mientras no mejore la situación descrita.

¿Cómo puede abandonarse así un bien patrimonial tan valioso? Es de los pocos cementerios hebreos que se conservan en la Península Ibérica; de los pocos que se han librado de ser devorados por el desarrollo urbano de las ciudades. Es el único cementerio de estas características que existe en la Comunidad Autónoma de Extremadura. 

¿No es suficiente con todo esto para que merezca una mayor atención y cuidado?

Lanzo desde aquí un S. O. S. 

¡SALVEMOS EL CEMENTERIO JUDÍO DE PLASENCIA!










jueves, 11 de enero de 2018

PLASENCIA: SE VENDE.

No hay duda alguna, el cartel que más se repite por las calles de Plasencia es el que puede leerse: SE VENDE. Los turistas a los que guío me dicen: parece que la ciudad está en venta. Y es verdad. Bromeo respondiendo que me siento como si fuera mitad guía de turismo y mitad agente inmobiliario.


Así es. Dado el volumen de letreros que nos encontramos en el recorrido habitual y la gran variedad de inmuebles en venta que se ofertan al viandante: locales comerciales, bares cerrados, casas viejas, pisos modernos, palacios. Si, palacios. Y son varios los que están en el mercado; vamos, que hay donde elegir.

Todo se vende y todo tiene un precio, incluidos algunos de los principales bienes monumentales y culturales de esta ciudad están en almoneda. Una ciudad que sueña con la llegada de grandes inversores extranjeros, lo mismo da, bien sean chinos o bien jeques árabes.

- ¡Bienvenido Mr. X!

Tenemos patrimonio por encima de nuestras posibilidades.

¿Quién compra...? Se vende a buen precio. El momento es muy interesante para inversores que buscan lucro.

Y mientras tanto, sucede lo que sucede: se desmantelan edificios históricos de la talla monumental de la iglesia de San Vicente Ferrer (su retablo de azulejos nunca volverá a la sacristía; tampoco la mutilada estatua orante de Martín Nieto.... , que puede verse a la entrada del Parador de Turismo), que lamentablemente ha sido abandonada a su suerte.

Hay quien dice que también se ha comenzado a desmantelar el palacio de los Zúñiga (más conocido como del marqués de Mirabel), siendo lo más llamativo el intento (detenido afortunadamente por la Junta de Extremadura) de sacar a subasta el busto en mármol de carrara de Carlos V. No podía pasar desapercibido, dada la importancia artística e histórica de esta pieza. Otros objetos no corren la misma suerte.

Como ya comenté en mi anterior escrito, el patrimono atesorado en los conventos femeninos de clausura de San Ildefonso y de Santa Ana de Cano (Capuchinas), hoy sin uso y cerrados, también atraviesa un momento de peligrosa incertidumbre que puede hacer peligrar su conservación in situ; como corresponde.

Sólo puedo decir que todo esto me preocupa muy seriamente y no hago más que preguntarme: ¿Qué está pasando en Plasencia? ¿Será que la Ciudad está en venta?

martes, 26 de diciembre de 2017

ALGUNAS RESPUESTAS


En cuanto a la última entrada publicada, tengo novedades para compartir.

Hace pocos fines de semana tuve ocasión de hablar con una persona que conoce bastante bien el convento de Las Capuchinas y a sus últimas ocupantes. Como podéis imaginar, aproveché la ocasión para preguntar por la verdadera situación del convento y sobre la decisión definitiva de la comunidad religiosa respecto al edificio.

Bien, el asunto es cómo sigue a continuación:

Las últimas tres hermanas marcharon a Zaragoza y no parece posible que vuelvan, dada su avanzada edad. Sus condiciones de vida en este convento eran bastante duras, como casi todos sabíamos; inapropiadas para la edad de las hermanas. Como inapropiada era la pesada carga de mantener abierto y en uso un edificio de semejantes características y dimensiones. 

Sabíais que ellas vivían de la caridad? El convento no tenía ingresos de ningún tipo y comían de las donaciones de amigos y vecinos. Me cuentan que, cuando tocaban la campana, fuera de las horas de costumbre, era para indicar que no tenían comida. Los que ya entendían esta forma de comunicación, tan medieval pero tan dramática, acudían con ayuda en forma de alimentos. 

La pobreza extrema, en numerosas ocasiones, está más cerca de nosotros de lo que imaginamos.


El edificio es propiedad de la Orden de Clarisas Capuchinas y, de momento, no hay ninguna decisión firme y definitiva sobre su futuro. El edificio está tal cual, con todas sus pertenencias,  mobiliario y obras de arte en su lugar correspondiente. 
Esperemos que vuelva a estar habitado. 

viernes, 10 de noviembre de 2017

CONVENTOS VACÍOS

Como un lento e imparable goteo asistimos al cierre y abandono progresivo de grandes edificios del casco histórico de Plasencia. Grandes contenedores que en su mayor parte están relacionados con usos religiosos que agonizan: comunidades religiosas de clausura, seminario... Hoy quiero ocuparme especialmente de los conventos femeninos de clausura. De cuatro que había dentro de murallas, en pocos años, han cerrado tres. Conserva su actividad solamente el monasterio de las RR. MM. Dominicas, junto a la Catedral.

Este cierre progresivo, que no deja de ser un manifiesto rasgo de modernización de la vida de las mujeres del siglo XXI, constituye sin embargo un serio problema para superveniencia de la arquitectura histórica que acogió estos usos, así como para el urbanismo y la caracterización del paisaje urbano de la ciudad intramuros. La Plasencia histórica no sería la misma si desaparecieran estas herméticas moles de piedra, por el fuerte impacto que su presencia plasma en el paisaje.

Con el progresivo cierre de conventos y monasterios asistimos la desaparición inexorable de un modo de vida, que probablemente es inevitable. Pero lo que verdaderamente me preocupa, y muchísimo, es la absoluta inexistencia de alternativas de uso de estos enormes y singulares edificios históricos. Cómo se piensa garantizar su mantenimiento y conservación. Es un asunto del que no se  habla en ningún foro ciudadano. Quizá haya otros problemas que preocupen más al común de los vecinos. 


Pero no es este el único interrogante que planea sobre estos edificios. También me pregunto si estará convenientemente catalogado el desconocido conjunto de bienes artísticos y patrimoniales que pudieran atesorar en sus interiores, cerrados a cal y canto, dada su naturaleza y uso. Quedan estos bienes ligados al edificio o son propiedad de la comunidad religiosa que lo habitó? Si los bienes artísticos forman parte del edificio, deben integrarse en el Patrimonio de Plasencia. Pero si fuese al contrario, entiendo que al extinguirse la comunidad en Plasencia o trasladarse a otro lugar, se llevarían consigo sus obras de arte y/o de devoción. 

Y continúo preguntándome: a quién pertenece la propiedad del edificio? (si es que está escriturado) y, por tanto, a quién corresponde la responsabilidad de garantizar su conservación? Salvo en el caso del ex convento de las madres Carmelitas, desconocemos la titularidad de los de San Ildefonso y de Santa Ana de Cano o Capuchinas.

Habrá que responder en primer lugar a estos interrogantes para poder dar los pasos siguientes y comenzar a pensar en posibles usos alternativos que puedan ser acogidos por tan complejos edificios, asegurando su conservación para las generaciones futuras. 


miércoles, 1 de noviembre de 2017

EL JARDÍN DEL RECUERDO Y DEL OLVIDO

Ayer, vísperas del Día de Todos los Santos, visité el cementerio de Santa Teresa en Plasencia. Además del jardín mejor cuidado de la ciudad, es un lugar silencioso y sosegado donde me gusta pasear (a veces en bici) y hacer un repaso a la memoria de no pocos personajes ilustres de esta ciudad. 

Pero, dadas las fechas, ayer parecía un lugar totalmente diferente al de costumbre. Sus patios y galerías estaban llenos de personas que transitaban portando grandes ramos de flores o que se afanaban en tareas de limpieza y ornamentación floral. El conjunto lucía como un multicolor jardín vertical, homenaje efímero para aquellos que ya no están entre nosotros.

Entre tanto bullicio y colorido floral, destacaba ayer con mayor fuerza el clamoroso silencio de las tumbas del olvido. Son casi mayoría en la parte vieja; la que más me gusta. Esta parte es la que acoge, de forma mayoritaria, a los más ilustres personajes de la Historia Contemporánea de Plasencia; mis favoritos. Son las tumbas que muestran el Arte Funerario de otros tiempos, las lápidas sucias y llenas de telarañas porque ya nadie las cuida ni las limpia. Lápidas de cristales rotos y sucios hasta hacer ilegibles los epitafios que ocultan. Lápidas tristes y sin flores.

En ellas me detuve especialmente en mi recorrido de ayer. Tantos y tantos personajes que en su día fueron importantes (algunos con calle dedicada), que hoy son ignorados por el común de los vecinos y cuyas honras funerarias son las rosas ajadas del Jardín del Olvido. La otra cara del cementerio, la del silencio y la suciedad, la de los muertos que ya no importan o no parecen importar a nadie. 





D. José García Mora, el famoso Cura Mora, que el solito montó un cisma en un pueblo de La Vera.








D. Juan Martínez Lorenzo, profesor de Bachillerato. Dirigió el Centro de Enseñanza Secundaria de San Francisco. Director de periódicos. Publicista.





D. Joaquín Rosado Munilla, farmacéutico con establecimiento en la Plaza Mayor de Plasencia, fundador de periódicos, publicista. Hombre de gran cultura.








Sirvan mis palabras y las imágenes que las acompañan de recuerdo y homenaje a estos placentinos ilustres que reposan en el Jardín del Olvido.

domingo, 15 de octubre de 2017

PASEANDO POR PLASENCIA

Pocos placeres son igualables al de pasear por el casco histórico de Plasencia acompañada de amigos forasteros. Hace pocos días tuve ocasión de hacerlo con cuatro amigos que vinieron desde Cáceres a pasar la tarde. El objetivo principal de la visita era fotografiar algunos edificios proyectados y construidos por Vicente Paredes, entre ellos la casa del número 28 (actual número 30) de la calle del Sol.

Iniciamos el recorrido urbano en el aparcamiento del puente de Trujillo, subiendo por la calle de igual nomenclatura. Nos detuvimos ante la "Casa de Mármol" y su monumental fachada. Admiramos su bella escalera de mármol blanco. Les guié hasta el punto exacto que permite observar los bustos de terracota, representando a personajes de la antigüedad, con que remata su cornisa superior. Y así, a paso lento, llegamos a la Plaza, que bullía de gente celebrando el "buen tiempo".

Por la calle del Sol, tras haber fotografiado la hermosa casa de la familia Paredes, entramos en la tienda Comercial Castela para mostrarles el Pozo de Nieve, abusando de la paciencia de las amables dependientas. Todo un hallazgo para mis "curiosos" paseantes. Uno de los muchos secretos que guarda Plasencia intramuros.

No menos interesante fue la visita a la librería El Quijote, atraídos por los montoncitos de libros de
"Plasencia. Tradiciones y Lugares", publicado por José A. Sánchez de la Calle. Álvaro, librero singular donde los haya (y personaje literario confeso), hizo los honores a los forasteros como en los mejores tiempos, y allí se habló de libros de Historia (de esta ciudad que tiene tanta y tantos buenos investigadores) y de Literatura, con los muchos literatos que ha dado Plasencia. Una amiga, buena amante de los libros y que ha hecho de ellos su profesión, nos habló de Gonzalo Hidalgo Bayal, uno de sus autores favoritos; mi apreciado profesor de Latín en el Gabriel y Galán.  Uno de los que mejor ha retratado esta ciudad provinciana y, en el mejor sentido de la palabra, decadente.

Una agradable tarde que acabó con unas coca-colas en la más bella terraza de la ciudad, la del Blues Mary, en el marco incomparable de la plaza de la Catedral.